Era casi media mañana cuando caminábamos por el páramo. La nieve era abundante, aunque la temperatura alta y el paisaje ya se empezaba a desprender de su manto blanco. A lo lejos, sobre una de las manchas de prado que asomaban divisamos un movimiento, un animal se disponía a olisquear el terreno. Andaba, paraba, olisqueaba..., andaba, paraba, olisqueaba... Los prismáticos no eran suficiente para afinar los detalles de esa silueta, aunque sí que pudimos apreciar el color de su pelaje y su gran tamaño. En unos instantes el animal empezó a desplazarse con esa firmeza y elegancia que solo lo puede hacer un lobo ibérico, y en cuestión de segundos, desapareció.
Parece que los grandes carnívoros ibéricos se han puesto de moda en los últimos años y son muchas las personas que se muestran admirados por ellos. Entre ellos, el lobo ibérico ha ganado gran cantidad de adeptos, ha pasado en poco tiempo de ser considerado un ser diabólico y un proscrito a sumar innumerables admiradores y defensores. Y es que gracias al gran Félix Rodríguez de la Fuente, empezamos a conocer su alma y reconocer la labor tan importante que cumplen en los ecosistemas.
Lobo ibérico fototrampeado en Asturias
Breve vídeo correspondiente a la foto anterior. El animal, se para, huele el rastro, y sale rápido del encuadre.
Dicen que cuando un lobo te observa y tu no lo ves, sientes algo. El hecho de andar por sus territorios ya te hace sentir la inquietud de que alguien o algo te está observando. Creo no es nada extraño sentir esta sensación en territorio de lobos, ya que a todo el mundo le gusta controlar quienes entran en casa, y el monte es sin duda su casa, y el lobo, su guardián.
Observar a un lobo salvaje en libertad es una experiencia única para todo admirador suyo. Pero aparte de esto, para los que nos gusta esto de los rastros de fauna, encontrar sus indicios puede resultar igual o más emocionante. Quizás sea el hecho de saber que está y no lo ves, saber que te ve y tu no, sentirlo cerca, o puede unos momentos antes. Esas sensaciones son las que sentimos cada vez que nos encontramos con alguno de los siguientes indicios.
A continuación muestro una serie de rastros y excrementos, localizados en diferentes puntos de la península. Paso a comentar algunos de ellos.
Decidimos subir a unas montañas por un camino que nos recomendó un paisano del lugar. El camino no estaba muy claro y no parecía muy transitado. Fue al llegar a uno de los collados cuando nos encontramos con el espectáculo. Los caminos secos y polvorientos se encontraban lleno de huellas del gran cánido que se cruzaban en una y otra dirección. Sin lugar a dudas, estábamos en su casa...
Cuando nos encontramos en tierra de lobos, las huellas que dejan los mastines que se usan para proteger al ganado de algún ataque nos pueden llegar a dar algún quebradero de cabeza y llevar a confusión, ya que su tamaño es prácticamente igual, incluso a veces mayor que las de lobo. Para estar totalmente convencidos y no confundirlas, las huellas deben presentar todos los detalles, y esto sobre el terreno es en la mayoría de los casos prácticamente imposible, siempre habrá detalles que no se han marcado o no lo suficiente. A continuación muestro una huella de mastín donde se aprecian algunas diferencias.
Son los paisanos del lugar, los que se prestan a ello claro, los que mejor nos pueden indicar zonas loberas. En esta ocasión, nada más llegar a un cruce donde nos habían indicado un paso de lobos encontramos estos excrementos. Sin duda, una baliza territorial.
Ya mencioné por redes sociales el momento de encontrar este indicio. Me disponía a realizar un fotografía de paisaje para captar unas luces. Casualmente me había parado justo en el punto donde se encontraba este excremento de lobo, lo tenía bajo los pies y no me di cuenta hasta que acabé, sin darme cuenta lo había plasmado en una fotografía.
En un camino que se dirigía a una zona bastante apartada y aislada pudimos encontrar estos excrementos de grandes dimensiones. Al final del camino llegamos a unos de los lugares más impresionantes que hemos visitado por tierras cántabras.
Dicen que cuando un lobo te observa y tu no lo ves, sientes algo. El hecho de andar por sus territorios ya te hace sentir la inquietud de que alguien o algo te está observando. Creo no es nada extraño sentir esta sensación en territorio de lobos, ya que a todo el mundo le gusta controlar quienes entran en casa, y el monte es sin duda su casa, y el lobo, su guardián.
Observar a un lobo salvaje en libertad es una experiencia única para todo admirador suyo. Pero aparte de esto, para los que nos gusta esto de los rastros de fauna, encontrar sus indicios puede resultar igual o más emocionante. Quizás sea el hecho de saber que está y no lo ves, saber que te ve y tu no, sentirlo cerca, o puede unos momentos antes. Esas sensaciones son las que sentimos cada vez que nos encontramos con alguno de los siguientes indicios.
A continuación muestro una serie de rastros y excrementos, localizados en diferentes puntos de la península. Paso a comentar algunos de ellos.
Decidimos subir a unas montañas por un camino que nos recomendó un paisano del lugar. El camino no estaba muy claro y no parecía muy transitado. Fue al llegar a uno de los collados cuando nos encontramos con el espectáculo. Los caminos secos y polvorientos se encontraban lleno de huellas del gran cánido que se cruzaban en una y otra dirección. Sin lugar a dudas, estábamos en su casa...
Huellas de lobo ibérico en tierras de Galicia. Forma comprimida y uñas afiladas.
Recuerdo el emocionante momento de encontrar el siguiente rastro. Habíamos recién llegado a Muniellos (Asturias), y nos encontrábamos ansiosos de encontrar algún indicio, sea cual fuese la especie. Desde el mismo coche divisamos unas huellas sospechosas que se continuaban con firmeza a lo largo del margen de una explanada. El rastro constante y alineado no dio lugar a muchas dudas, estábamos ante un rastro de lobo.
Rastro típico que deja el lobo al llevar un tipo de marcha denominado trote lobero. Dependiendo de la velocidad a la que marche el cánido, la huella trasera podrá pisar o no a la delantera.
Cuando nos encontramos en tierra de lobos, las huellas que dejan los mastines que se usan para proteger al ganado de algún ataque nos pueden llegar a dar algún quebradero de cabeza y llevar a confusión, ya que su tamaño es prácticamente igual, incluso a veces mayor que las de lobo. Para estar totalmente convencidos y no confundirlas, las huellas deben presentar todos los detalles, y esto sobre el terreno es en la mayoría de los casos prácticamente imposible, siempre habrá detalles que no se han marcado o no lo suficiente. A continuación muestro una huella de mastín donde se aprecian algunas diferencias.
Huella de mastín. A pesar de su gran tamaño, se trata de una huella con forma más redondeada que las de lobo y con dedos más redondeados también. Las uñas es un detalle que nos puede ayudar, ya que en el lobo son afiladas y en el perro más toscas. Estos rasgos no siempre son posible diferenciarlos bien, teniendo que recurrir a otros detalles y hacer una valoración conjunta.
Son los paisanos del lugar, los que se prestan a ello claro, los que mejor nos pueden indicar zonas loberas. En esta ocasión, nada más llegar a un cruce donde nos habían indicado un paso de lobos encontramos estos excrementos. Sin duda, una baliza territorial.
Excrementos muy oscuros, sugieren que el animal puede haber ingerido vísceras o carne con alto contenido en sangre, también se aprecia pelo de presas o carroña. Teverga (Asturias).
Excremento de lobo típico consistente en una hilera de pelos de presa. Manifiesta el paso del tiempo.
Lugar donde se encontró el excremento anterior. Se sitúa en el extremo izquierdo del pie de foto.
En un camino que se dirigía a una zona bastante apartada y aislada pudimos encontrar estos excrementos de grandes dimensiones. Al final del camino llegamos a unos de los lugares más impresionantes que hemos visitado por tierras cántabras.
Excremento de lobo de grandes dimensiones con pelo corzo.
Lugar donde se encontró el excremento anterior. Los lobos suelen marcar con las heces los caminos por donde transitan a modo de balizas informativas.
En el páramo anterior llegamos a encontrar estos excrementos blanquecinos, se situaban en un punto estratégico en la intersección de varios caminos. Aunque es difícil afirmar la pertenencia a lobo, la aparente ausencia de mastines y otros cánidos podría ser una señal.
Excrementos algo dudoso aunque con altas posibilidades de ser de lobo. Apariencia blanquecina, esto sucede cuando el animal ha comido principalmente hueso.
Para finalizar dejo este joven de cinco o seis meses que con suerte fototrampeamos en tierras gallegas. Fue cuestión de segundos su presencia ante la cámara.
Ahora que se cumple el aniversario de la muerte de Félix Rodríguez de la Fuente, tengamos presente la figura del lobo ibérico por el que tanto luchó. Sigamos teniéndolo presente, ya que es la pieza fundamental para que funcionen nuestros ecosistemas y se mantengan sanos. Sigamos luchando por un lobo vivo.
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