miércoles, 12 de marzo de 2014

El monte, se mueve...

Y es que cuando sales al campo con ansias de ver fauna, lo primero que hay que hacer es detenerse y observar. 

Tras el comienzo de una placentera jornada, caminábamos por los caminos y veredas atravesando monte. La primavera ya manifiesta signos de presencia, las aves se muestran alborotadas y muchas plantas comienzan su floración. Siendo un día soleado y de día, lo que menos esperábamos era la observación de carnívoros, pero si nos llevamos una grata sorpresa cuando comenzamos a explorar al paso los caminos que íbamos recorriendo. 

Sin lugar a dudas por la noche el monte se mueve..., es lo que nos delataban las abundantes huellas que nos encontrábamos en nuestro caminar. Siempre es grato saber, que el monte sigue vivo y este grupo de fauna es abundante. En los márgenes de los caminos, donde la arena es más fina y aún permanece la humedad de las últimas lluvias, la garduña dejó sus signos de presencia. Cuatro, y a veces un quinto dedo impreso, algunas con marca de uñas y en otras con su almohadilla plantar en forma de luna bien perfilada. (Véase primera foto huella de la derecha, segunda foto grupo de huellas cruzando un camino).



Si la garduña estaba presente, no iba ser menos la preciosa gineta. Sus pequeñas huellas, parecidas a la del gato, pero generalmente de menor tamaño, con almohadilla plantar compacta y tribulación menos marcada, también nos delataban que cruzó transversalmente el camino. 



Y si por la noche el monte se mueve, se dan algunos casos en los que durante el día también. Como resulta con el mejor especialista del matorral, el meloncillo, el único carnívoro ibérico que muestra exclusivamente actividad diurna. Esta vez el terreno emblandecido nos mostraba los rastros de los escurridizos peregrinajes del meloncillo, siempre guiados por su más afinado olfato.


Pero no iba a ser menos tampoco el tejón, que en sus largos campeos nocturnos describe un sin fin de huellas a lo largo de una vereda. Puedes seguir sus rastros, y seguir, y seguir... durante un buen rato, pero eso sí, sin hacernos ilusiones pues nunca nos delatará donde se encuentra su más recóndita y escondida tejonera...



Tras las huellas de la garduña, las huella de la gineta, las huellas del meloncillo y del tejón, faltaba alguien que aún no nos había dejado impreso indicios de su presencia, aunque si con algún que otro excremento..., el raposo. El zorro, aunque no en abundancia esta vez, también nos mostró sus rastros.  Finas uñas y almohadillas digitales de forma triangular se marcaban en el limo más fino, donde la presencia de pelo también se dejaba ver...


Es una grata sorpresa salir al monte y saber, que hay vida, que el monte se mueve, que los carnívoros nos dejan sus rastros aunque muy recelosos y nunca se dejen ver. En esta ocasión cinco carnívoros nos alegraron el día, pero segura estoy..., que aunque alguno no se delató, si que andaba y campeaba por el lugar. Andaban observándonos desde el más enrevesado matorral, desde lo alto de un peñasco, desde el horizonte, encaramado en alguna rama o en el hueco de un árbol del alcornocal.


Espero os haya parecido interesante esta entrada después de un largo tiempo sin publicar en este blog de rastros y de fauna, se intentará que sean más abundantes... Y esperemos que esos cursos de control de depredadores que se están impartiendo por ahora, en Castilla-La Mancha, que supondrán una vez más una excusa y apoyo al exterminio de este grupo de los carnívoros ibéricos, tan necesarios, nos deje vivo unos cuantos en nuestro monte mediterráneo para que siga vivo, sobre todo esas especies ibéricas en grave peligro de extinguirse, como es el lince ibérico. Porque si falta una de ellas el monte se desequilibra, porque muchos cotos de caza deberían saber, que es el mismo monte quien se equilibra si lo dejamos y que es beneficioso para todos, sin necesidad de exterminar especies y sobre todo, para que unos pocos se regocijen en el arte de matar.

Como siempre, gracias por vuestra visita.