Como ya conté en otro momento nos encontrábamos en los últimos días de nuestra estancia en el límite cantábrico-palentino. Fue cuando al inicio de un camino al lado del mismo pueblo, nos encontramos con las preciosas huellas del úrsido. No hubo suerte con las cámaras de fototrampeo que dejamos esas dos noches que nos quedaban, pero sí nos llevamos la emocionante sensación de tener a uno de los pocos osos cantábricos justo al lado de nuestro alojamiento.
Esta temporada la producción de arándanos fue escasa, y los hayucos cayeron rápido al suelo. Tal situación obligó a los osos a buscar alimento en los frutales que los paisanos del lugar tienen sembrados en sus terrenos al lado, y dentro de los pueblos también. Este panorama y la presencia de los osos haciendo sus rondas por las parcelas traían a los lugareños algo cabreados cuando alguno que otro se daba un festín de peras... Mejor dicho muyy cabreados. Me temo que esta irritabilidad también la volcaron contra los observadores de naturaleza, en este caso y los únicos que en esos momentos pululaban por allí, o sea, nosotros. La conclusión, intentar dialogar con un paisano cabreado sobre el problema no sirve absolutamente para nada...
Abajo muestro una serie de huellas del individuo que tuvimos la suerte de detectar. Por el tamaño, y teniendo en cuenta los apuntes del amigo Jose Carlos de la Fuente en su libro Lobos, linces y osos, se podría llegar a la conclusión que pudieran pertenecer a una hembra o un individuo joven.
Mano derecha y pie derecho en sentido opuesto en un cambió de dirección.
Mano derecha
Pie derecho, tamaño muy pequeño para un oso adulto macho
Rastro completo
Volveremos a pisar estas tierras de osos, y lobos...
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