martes, 2 de octubre de 2018

Lobo ibérico. El superviviente.

He de confesar que de entre todos los carnívoros, cuando me encuentro ante los rastros de nuestro gran superpredador, el lobo ibérico, las sensaciones se me ¡quintiplican!. Si me dicen que las explique me resulta realmente difícil, pero sé que la admiración forma parte de ellas.

Es lógico admirar el símbolo más puro de la inteligencia. Gracias a la cual, la dotación de esta inteligencia, el lobo ibérico no habría sobrevivido.

Ahora que venimos de habernos internado en territorios lobunos, la sensación de que estamos ante un superviviente es aún mayor. Cuando conoces de cerca el conflicto que envuelve al lobo, como injustamente es acusado, como sacrifican grupos familiares enteros sin dejar ni tan siquiera uno en grandes territorios, reflexionas y empiezas a pensar que el verdadero problema lo tiene el lobo ante el hombre, su gran enemigo. Ya que es el quién crea el conflicto y se desahoga exterminándolo  con violencia y sin piedad.

Tuve que contener las lágrimas cuando nos contaban desde la misma guardería encargada de matar lobos, como hacen sangrías de grupos familiares con sus cachorros. Rodeados sin escapatoria por una multitud de escopetas. Tuve que contener las lágrimas cuando nos contaban que cualquier lobo que se cruza en el camino es exterminado sin tener en cuenta su jerarquía en una manada. Tuve que contener las lágrimas cuando nos contaban como los ganaderos culpan al lobo de la muerte de vacas que ellos mismos han destripado.

Más le vale al lobo que esté dotado de esa inteligencia, porque el hombre no es su depredador, es su aniquilador.




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