Recuerdo la primera vez que observé las huellas de un meloncillo, hace muuchos muchos años (ojú, qué vieja soy ya...😬). En ellas advertí una marca, una pequeña rayita oblicua, pero tan separada de la huella en sí, que me hizo dudar de si formaba parte del rastro o simplemente era una grieta en el terreno...
Cuando observé las plantas de un meloncillo atropellado, me di cuenta de que esa rayita pertenecía a la uña del pequeño dedo interior que posee el melón, y que se encuentra tan retrasado que no siempre es vivible en sus rastros, y que a veces se marca con una sutil línea producida por la uña al rozar.
Aaayy, los meloncillos... No sé si os conté que siempre fue una de mis especies favoritas, y que gracias a ella me inicié en el estudio de los rastros e indicios de nuestra fauna ibérica, allá por aquellos viejos años..😌
Siempre hay un detonante para nuestras aficiones y pasiones. El meloncillo es tan buena disculpa para aficionarse al estudio de los rastros e indicios como cualquier otra. Como siempre, aprendo mucho de tus entradas, aunque no suela dejar comentarios. Gracias por ello y no desistas, ni en tu pasión ni en hacer escuela con ella. Un saludo.
ResponderEliminarSiempre hay un detonante para nuestras aficiones o pasiones, y el meloncillo es tan buena disculpa con cualquier otra para aficionarnos al estudio de las huellas y los indicios que dejan en el campo nuestra fauna, de pelo principalmente. Aprendo mucho con cada tus entradas y es un lujo que mantengas un espacio como este en la red para compartir tus andanzas, muchas gracias por ello, siempre te lo agradecemos mucha gente, aunque no dejemos comentarios generalmente. Es un placer visitar tu blog.
ResponderEliminarUn saludo, Esmeralda.
Jesús Nicolas!, Gracias!", y disculpa que no revisé los comentarios y puede pensaste no se publicó. Ya sabes, con comentarios como los tuyos siempre entran ganas de compartir más :) Gracias amigo!
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