martes, 30 de octubre de 2018

Marcas de pelo. Jabalí (Sus scrofa).

Ya conocemos todos lo que les gusta a los jabalíes ir al spa. Usan charcos y barrizales donde se revuelcan para así desparasitarse y cuidar su tersa piel :)

En estos charcos, aparte del popurrí de huellas, si nos fijamos bien podremos encontrar otras marcas muy curiosas. Se trata de las impresiones que dejan sus duras cerdas al refregarse con el barro. Bajo estas líneas muestro una baña donde se aprecian perfectamente estas marcas de los jabalíes que se revolcaron.


sábado, 20 de octubre de 2018

Oso pardo II (Ursus arctos).

Ya que aquí en el sur no tenemos osos..., cuando subimos al norte se agradece estar alojados justo ladito de ellos. Hace ya unas semanas bajaba a los cerezos, nos contaban los paisanos. Buena cuenta de ello nos lo contaban también los indicios encontrados (Valle de Laciana y Alto Sil). Parece que el oso dentro de lo que cabe no está muy mal visto en esta zona, no pasa lo mismo con nuestro gran cánido.



 Excremento de oso pardo con huesos de cereza.


Cerezo tronchado por el oso.

sábado, 6 de octubre de 2018

Gato montés (Felis silvestris). Tan diferentes...

Es curioso observar como los gatos monteses de la mitad norte peninsular, sobre todo en la Cornisa Cantábrica, se muestran tan confiados al hombre, cuando en el sur resultan ser puros fantasmas y de muy difícil observación, incluso sus rastros e indicios. Casi me atrevería a decir que nada tiene que ver un gato del norte con uno del sur. En una entrada que pretendía hacer sobre el gato montés quería abordar este comportamiento a través de una serie de reflexiones que comentamos y compartimos entre algunos amigos naturalistas. Espero poder dedicarle un poco de tiempo. Mientras tanto dejo esta imagen de uno de los gatos, radiomarcado por cierto, que pudimos observar bastante de cerca y sin que le preocupase nuestra presencia, en la Montaña Palentina. Incluso nos dedicó la captura de una rata topera. 


martes, 2 de octubre de 2018

Lobo ibérico. El superviviente.

He de confesar que de entre todos los carnívoros, cuando me encuentro ante los rastros de nuestro gran superpredador, el lobo ibérico, las sensaciones se me ¡quintiplican!. Si me dicen que las explique me resulta realmente difícil, pero sé que la admiración forma parte de ellas.

Es lógico admirar el símbolo más puro de la inteligencia. Gracias a la cual, la dotación de esta inteligencia, el lobo ibérico no habría sobrevivido.

Ahora que venimos de habernos internado en territorios lobunos, la sensación de que estamos ante un superviviente es aún mayor. Cuando conoces de cerca el conflicto que envuelve al lobo, como injustamente es acusado, como sacrifican grupos familiares enteros sin dejar ni tan siquiera uno en grandes territorios, reflexionas y empiezas a pensar que el verdadero problema lo tiene el lobo ante el hombre, su gran enemigo. Ya que es el quién crea el conflicto y se desahoga exterminándolo  con violencia y sin piedad.

Tuve que contener las lágrimas cuando nos contaban desde la misma guardería encargada de matar lobos, como hacen sangrías de grupos familiares con sus cachorros. Rodeados sin escapatoria por una multitud de escopetas. Tuve que contener las lágrimas cuando nos contaban que cualquier lobo que se cruza en el camino es exterminado sin tener en cuenta su jerarquía en una manada. Tuve que contener las lágrimas cuando nos contaban como los ganaderos culpan al lobo de la muerte de vacas que ellos mismos han destripado.

Más le vale al lobo que esté dotado de esa inteligencia, porque el hombre no es su depredador, es su aniquilador.