En el mismo entorno donde encontré el cráneo perforado que subí días anteriores, aparecía otro indicio de predación. Esta vez los cuartos traseros de un conejo también. Había sido vaciado y consumida sus vísceras minuciosamente, acción producida por otra de las rapaces que abundan en esa rica zona. Estaba fresco, así que seguramente de esa misma mañana.
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